Culo de bolsa

La modernidad, como época, podría resumirse en el gesto del consumo, con las acciones de usar y tirar como principales ejes de acción. El objeto y su acumulación afloran como dos polos de esta operación, donde todo se mercantiliza, incluido el individuo.

Siguiendo esta idea, la presente obra surge como una reproducción cronológica de este gesto acumulativo sin freno, donde la experiencia del artista -en tanto mercancía-, se va fijando en una suerte de colección siniestra.

Cada pieza, obtenida a partir del molde de un culo de bolsa lleno, presenta el espacio arquetípico donde la modernidad sucede por acumulación. Una vez fraguado el cuerpo las piezas se someten a un giro realista, donde los símbolos consumados de utilidad, belleza y felicidad son expuestos a la inclemencia del tiempo y los elementos. La modernidad -como un cadáver tendido a la intemperie- inevitablemente muta a su dimensión material postrera.

La idea de reliquia en su conjunto se presenta aquí como la colección de restos fríos de un banquete a todo rabo, y articula un retrato mortuorio de un tiempo que posiblemente ya solo existe en la inercia de la máquina después de su colapso.







Colapso

El Antropoceno es un momento en que la expansión capitalista ya no puede seguir creciendo y se produce un colapso biofísico.

Optimismo enfadado en un mundo sumergido
Kim Stanley Robinson



Siguiendo esta idea, una nueva era comienza marcada por la incapacidad del medio para absorber el volumen de un sistema sobre-productivo. El colapso vendría a emerger como esa presencia extraña que anuncia una crisis marcada por la asfixia.

En este sentido la obra se presenta en forma de puzle siniestro cuyas piezas han dejado de encajar de forma convencional. No obstante, su unidad vigente es la zozobra; un cuerpo inmerso en la deriva que va colapsando el espacio a medida que emerge. El conjunto enuncia así una tensión que pone en alerta al orden visible -como una punta de iceberg-, y nos permite ver que a nuestros pies, bajo este plano-artificio que aún nos sostiene, otro orden latente acecha de forma incontrolable.

La experiencia distópica nos hace abandonar el principio de esperanza y ver en estos restos calcificados del sueño industrial el lapso inherente entre un presente en crisis y un futuro vacío. De esta forma la obra nos permite asomarnos con ánimo crítico al problema del colapso medioambiental, donde los hitos no acotan ya ningún camino de vuelta, más bien encarnan el silencio que define el desierto definitivo.

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